Entrevista con el Tricampeón Javier Gómez
17 septiembre 2013 Exultante, tras protagonizar una de las carreras más espectaculares de la historia del triatlón y ganar el Mundial por tercera vez, Javier Gómez Noya (Basilea, 1983) analiza su deslumbrante presente y reflexiona sobre el futuro inmediato.

-¿Qué fue lo primero que hizo al cruzar la línea de meta?

-Tomar un poco de aire y recibir la felicitación de Jonathan [Brownlee]. Se portó como un caballero. Se le veía fastidiado, como es lógico. Él quizás tenía más presión que yo. Corría en casa y todo el mundo esperaba que consiguiese el triunfo, pero tanto él como Alistair han hecho una temporada increíble y me han obligado a sacar lo mejor de mí hasta el último metro.

-Sea sincero, ¿esperaba ganar el Mundial?

-Siempre que empiezas una nueva temporada, tienes esa ilusión. Pero sabía que me enfrentaba a dos hombres que están a un nivel fuera de serie y es muy difícil combatir contra ellos. Luego los resultados me fueron situando con opciones y quise pelear hasta el final. Hice alguna apuesta arriesgada y afortunadamente me salió bien.

-Apuestas arriesgadas como ir a Estocolmo, donde solo le valía ser segundo o primero para sumar puntos, a costa de sobrecargar su agenda de competiciones.

-Sí. En su momento, parecía que sería muy difícil conseguir el resultado en Estocolmo y que pagaría el esfuerzo en el Campeonato de Estados Unidos, en Des Moines, que es muy importante para mí, porque varios de mis patrocinadores son de allí, y en la final en Londres. Pero si no hubiese ido a Suecia probablemente no me habría proclamado otra vez campeón del Mundo.

-Ahora que las ideas y la euforia ya han reposado, ¿cómo recuerda la final?

-Con mucho frío. Estaba agarrotado antes de tirarme al agua. Y sufrí mucho nadando. Me quedé enganchado en la salida y gente como Richard Varga [campeón del mundo de Acuatlón] impone un ritmo extenuante. En la primera vuelta [750 metros] estaba lejos de la cabeza y me esforcé al máximo para tratar de reducir la diferencia [era de 19 segundos], pero veía que apretaba y apretaba y que no me acercaba.

-¿Llegó a pensar que se le escapaban, que no haría el corte?

-Estaba muy preocupado, porque tampoco me estaba encontrando cómodo. No tenía un día demasiado fino y sabía que si no me metía con los Brownlee, todas mis posibilidades se habrían acabado. Así que esprinté al salir del agua. Corrí muy rápido y logré hacer una gran transición en la que arañé cuatro o cinco segundos vitales. Ya sobre la bici, me puse a tope y por fin contacté con el grupo de delante.

-¿Cuándo se dio cuenta de que Alistair no estaría en la pelea?

-A los 400 metros de empezar a correr. Si está bien, se pone en cabeza y comienza a tirar. Me di cuenta de que no estaba y de que la victoria estaría entre Jonny y yo. Fue un refuerzo positivo tremendamente importante.

-Parece que nadie creía en la lesión de Alistair, que ya había comentado en los medios británicos durante la semana, y se demostró que era cierta.

-La temporada es muy larga y hay que estar a tope durante todo el año. Él estaba lesionado en Londres, yo fui con fiebre a San Diego, donde, por cierto, Alistair había dicho que no estaba bien y lo vi correr en 28.30 el 10.000; y competí magullado en Kitzbühel, después de una caída entrenando en Manzaneda. Eso nunca sirve de excusa. Si no estás, no estás. No importa el motivo. Esa es la realidad.

-Volviendo a la carrera. Comienzan los 10 kilómetros de carrera a pie. ¿En qué piensa?

-Como en el agua, tampoco iba demasiado bien. No sé si era por el frío, pero me sentía muy fatigado. Y preferí hacer una carrera táctica. Traté de cambiar varias veces, pero Jonny no se despegaba, así que me fui mentalizando de que terminaría al esprint.

-Su asignatura pendiente.

-A Jonathan ya le había ganado al esprint en la final del año pasado y además había estado entrenando de forma específica ese momento.

-También la experiencia ayuda a tener sangre fría.

-Está claro que si esto me llega a suceder hace cinco años, el resultado probablemente sería distinto. Pero soy de los que piensa que el entrenamiento lo cura todo.

-¿Y cómo vivió ese esprint final que ya forma parte de la historia del triatlón?

-Había comprobado en otras vueltas que en la recta de llegada el viento daba de cara, así que después de cambiar a algo más de 500 metros y ver que Jonathan me seguía, le dejé la iniciativa. Entonces, a aproximadamente 250, él empezó el esprint. Yo me puse a su espalda hasta que entramos en la alfombra azul y ahí me vacié. Analizándolo ahora, tengo la impresión de que se lanzó demasiado pronto. Pero claro, en carrera no es tan sencillo calcular. Lo que es impresionante es que después de tantos meses compitiendo, todo se decidiese por un segundo.

-De los tres, ¿es su Mundial más meritorio?

-Es especial por los Brownlee. Sin desmerecer a los rivales que he tenido a lo largo de mi trayectoria deportiva, objetivamente, ellos son superiores a cualquiera y eso lo convierte también en más complicado que los dos anteriores.
 
 
 
 
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